EL INCREMENTO AL MINISALARIO, LA DESIGUALDAD Y LA POBREZA. EL FALSO TRIUNFALISMO DE PEÑA NIETO.
Por Martín Carlos Ramales Osorio/APIM.
La respuesta es inmediata y casi obvia: difícilmente, apenas alcanzan para satisfacer las necesidades más básicas de una sola persona. Pero vayamos a los datos “duros”. Según el Coneval, hacia octubre de 2016 la línea de bienestar mínimo (que consiste en el valor monetario de la canasta alimentaria por persona al mes) ascendía a $1,045.76 en el medio rural y a $1,469.78 en el medio urbano; en tanto que la línea de bienestar (definida como el valor monetario de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes) ascendía a $1,891.51 en el medio rural y a $2,924.94 en el medio urbano. Esos eran los valores de las líneas de bienestar mínimo y de bienestar a octubre de 2016; sin embargo, de octubre de 2016 a diciembre de 2017 el valor monetario de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes se debe haber incrementado en alguna cuantía. De manera tal que si a la fecha el salario mínimo diario asciende a $85.04 (que equivalen a $2,551.20 al mes) resulta insuficiente para que una persona adquiera tanto una canasta alimentaria como una canasta no alimentaria en el medio urbano (le faltarían $373.74, suponiendo que el valor de la línea de bienestar permanece sin cambio alguno desde octubre de 2016, lo cual no es necesariamente cierto). En el medio rural, y según la metodología y cuentas alegres del Coneval, una persona que devenga el salario mínimo tendría un excedente de casi $600 al mes; es decir, el salario mínimo la ubicaría por encima de la línea de bienestar y en consecuencia no calificaría como pobre. Sin embargo, en regiones rurales de Oaxaca, Guerrero y Chiapas, lo anterior no es necesariamente cierto. En primer lugar, en regiones rurales de esas entidades federativas (ancestralmente pobres ante el olvido y la indiferencia gubernamental) las parejas tienen muchos hijos; en segundo lugar, adolecen de actividad empresarial importante y en consecuencia de fuentes de empleo ante lo reducido del mercado en términos de poder de compra real de la población. Ante esa lacerante realidad, el salario mínimo, para los pocos afortunados del medio rural que lo devengan, resulta totalmente insuficiente para el sostenimiento de familias numerosas. No obstante, el actual inquilino de Los Pinos (que habla y domina muy mal el castellano o español, no sabe conjugar verbos como volver, en reciente reunión en París vociferó: “(…) de los avances que México ha tenido, del éxito y del referente que se ha volvido para otras naciones a partir de los cambios que ha alcanzado”) el incremento al minisalario es una muestra más de los innumerables aciertos de su exitosa administración gubernamental. Al respecto, se ha dejado decir que a inicios de su sexenio el minisalario rondaba los 60 pesos y que cinco años después se ubica en 88.36 pesos, una recuperación de 20 por ciento en términos reales y del 45 por ciento en términos nominales, lo que no ocurría en más de 30 años. Además de presumir que durante su gestión se ha impulsado la generación de empleos en el país. Al respecto, la pregunta obligada es: ¿Los empleos que se han generado son empleos de calidad, se trata de empleos suficientemente remunerados? Para cómo se las ha gastado el peñato en todos los ámbitos del quehacer gubernamental, parece difícil. Vayamos, incluso, a los datos que al respecto se publican en el Anexo Estadístico del Quinto Informe de Gobierno. En 2012, al terminar el calderonato, 6 millones 756 mil trabajadores devengaban el salario mínimo, para 2015 ya eran 6 millones 887 mil 600, para 2016 rebasaban los 8 millones y al tercer trimestre del año que está por concluir 7 millones 566 mil 400 trabajadores devengaban el minisalario. De esa manera, entre 2012 y 2016 el número de trabajadores de salario mínimo aumentó en 1 millón 261 mil 300; y si este año cierra en una cifra similar, los empleos generados y cacaraqueados por el peñato son empleos de mala calidad, escasamente remunerados. Así las cosas, en 2012 once millones 475 mil trabajadores percibían más de 1 y hasta 2 salarios mínimos, para el tercer trimestre de 2017 la cifra se ubicó en 14 millones 118 mil 700: ¡un incremento absoluto de 2 millones 643 mil 700 trabajadores que perciben más de 1 y hasta dos salarios mínimos! Mientras que el número de trabajadores que perciben más de 2 y hasta tres salarios mínimos aumentó muy discretamente en 181 mil 100 entre el último año del calderonato (2012) y el tercer trimestre de 2017. En el otro extremo, el número de trabajadores que perciben más de 3 y hasta 5 salarios mínimos disminuyó muy sensiblemente en 911 mil 100 personas (de 3 millones 687 mil 700 en 2012 a 2 millones 776 mil 600 en el tercer trimestre de 2017); y el número de trabajadores que devengan más de 5 salarios mínimos descendió en casi 597 mil personas (3 millones 934 mil 100 en 2012 a 3 millones 337 mil 500 al tercer trimestre del presente año). De todo lo anterior, la conclusión es clara: con el peñato el incremento al minisalario es totalmente insuficiente para la manutención de una sola persona y ya no se diga para una familia de por lo menos cuatro miembros, tanto en el medio rural como en el medio urbano. La presunción de Peña Nieto de que su gobierno ha generado muchos empleos resulta totalmente opacada ante el hecho de que se trata de empleos escasamente remunerados: una buena parte del incremento son empleos de hasta un salario mínimo, la mayor parte del incremento son empleos de más de 1 y hasta 2 salarios mínimos, y una cantidad mucho menor del incremento son empleos de más de 2 y hasta 3 salarios mínimos. No resulta sorprendente, en consecuencia, que durante el peñato la desigualdad y la pobreza se hayan recrudecido. Se ha movido a México pero no hacia el crecimiento económico generador de empleos bien remunerados y reductor de la pobreza y de las profundas desigualdades entre ricos y pobres, sino que más bien Peña y sus secuaces lo han movido pero hacia el despeñadero.
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